En Nueva York, el único hecho digno de ser noticia, han sido las nevadas. En la Hamada, el funcionamiento de la enseñanza, la salud y la Administración sigue pendiente abajo, mientras la corrupción, la adulación y el nepotismo campan a sus anchas. Aún así, alergia es lo que siente buena parte de la ‘intelligentzia’ saharaui a la hora de oír hablar de la ruptura con el sistema actual. Y ciertamente, las experiencias habidas, si es que se les puede llamar así, indican que todos los caminos de la ruptura llevan a Rabat. Pero, no es menos cierto que desde hace bastantes años, la sociedad viene reclamando cambios en las más altas instancias y magistraturas del poder. La actual clase política, con el Sr. Presidente a la cabeza, ha hecho oídos sordos frente a ese clamor popular.
Y como quiera que, dentro de muy poco tiempo, estaremos soplando las velas del 40 aniversario de la fundación del F. POLISARIO, sería conveniente que las elites políticas saharauis, después de 40 años en la cresta del poder, empezasen a pensar en la transición. Una Organización, como la nuestra, donde los dirigentes, por el transcurso de cuatro décadas, han pasado a encarnar el alma y la letra del Movimiento, necesita un milagro para que en el trance de la sucesión, las estructuras de la Organización no se resientan. Y, por otra parte, sería contranatural que esta, nuestra, Organización tuviera los mismos dirigentes en el año 1973 y en el año 2013. No es razonable, por tanto, creer que quienes, durante cuarenta años han estado disfrutando de las mieles y hieles del poder, puedan, en el año 2013, seguir esquivando a las implacables leyes de la demografía poblacional.
Durante este último lustro, la fuerza moral y anímica del POLISARIO ha ido languideciendo en la misma medida en que lo ha ido haciendo la fuerza física y anímica de las elites políticas. Nada tiene que ver, por ejemplo, el ardor guerrero de aquéllos alegres jóvenes de mediados de los setenta, con la apatía y el cansancio de los actuales dinosaurios grises de 2010.
Durante el anterior Congreso de 2007 y más de treinta años después de asumir el poder, al Sr. Presidente, se le ocurrió proponer la limitación en los mandatos. Como si se acabara de dar cuenta de las limitaciones que la biología humana impone, quería que los congresistas pusieran fecha fija a cada mandato presidencial. Los comportamientos gregarios que suelen aflorar en esos eventos hicieron imposible asumir dicha propuesta. Y aunque las palabras del Sr. Presidente fueron vistas como un guiño hacia una transición/sucesión ordenada, los hechos y gestiones posteriores han barrido cualquier esperanza de renovación en la cúpula del POLISARIO. Sin ir más lejos, las recientes designaciones en Exteriores de octubre de 2009 han sido un auténtico pucherazo, debido, sobre todo, a la voracidad de protagonismo de quien se cree la prolongación natural del Presidente.
En cualquier caso, esa reflexión del Presidente había llegado para avisar que las leyes de la biología sobre la vida y la muerte, sobre la fuerza y la debilidad, sobre la juventud y la senectud, se aplican por igual en todo el reino animal, en el Sherenguetti y en la Hamada. Mal escenario, pues, si tenemos que esperar tantos años como para, Dios no lo quiera, tener que proceder, de la noche a la mañana, a una súbita sucesión. De ahí la enorme carga de responsabilidad que tienen nuestros dirigentes. Y el tiempo aprieta.
Y en este sentido, suele ser un tema recurrente, el de las llamadas inexorabilidades geológicas. Es decir, esas barreras, sociales más que geográficas, que impone la sociología política interna. Pero no creo que el peso de esas arcaicas mentalidades pondría demasiados frenos a una sucesión que cumpla con los requisitos admitidos por ese 70 u 80 por ciento de la población que, en alguna medida, ha tenido acceso a una formación académica. O sea, si se va a tener en cuenta la capacidad, el mérito y, sobre todo, la formación académica, no hay nada que temer de una eventual sucesión que altere los equilibrios heredados del año 1988.
La opacidad administrativa a la hora de facilitar los datos estadísticos no es óbice para intuir que, efectivamente, el porcentaje de población que se comprende entre los 20 y los 55 años, unido al porcentaje de población que ha tenido una formación académica, al menos básica, constituyen unos pilares sobradamente sólidos como para sostener una transición/sucesión basada en los criterios de la formación, la capacidad y el mérito.
Por lo demás, todos los cálculos estratégicos, a corto y a largo plazo, de Marruecos y de sus aliados se vendrían abajo, si el F. POLISARIO renovara sus techumbres sin renunciar a un solo ápice de sus reclamaciones. La sucesión en el trono de Marruecos ha desandado el camino incumpliendo los pactos ya adquiridos por el anterior monarca. Del lado del POLISARIO, todo apunta que una eventual regeneración de sus dirigentes traería consigo un rearme ideológico tal, que frenaría en seco la actual cascada de renuncias y concesiones continuas.
Haddamin Moulud Said. (
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