Control y descentralización del poder

por Haddamin Moulud Said

En el Sahara Occidental, nuestro Movimiento de Liberación Nacional, el F. POLISARIO, ostenta, de modo indubitado, la legitimidad histórico-revolucionaria para seguir ejerciendo, de manera exclusiva y excluyente, la representación del pueblo saharaui.
Pero, esa legitimidad no le cae del cielo, sino que es la expresión unánime del pueblo saharaui. Son los hombres y mujeres saharauis quienes, día tras día, se ratifican en su plena pertenencia y simpatía por el F. POLISARIO.
Sin embargo, el ejercicio del poder y la gestión de los asuntos públicos, erosionan de modo excesivo los muros de ese representante legítimo del pueblo saharaui. Esa Organización política, el F. POLISARIO, a medida que se ha ido introduciendo en los aparatos del Estado, a medida que ha ido ocupando cotas de poder cada vez mayores, se ha ido erosionando.
Nadie está en contra de las ideas de independencia, libertad, justicia e igualdad que proclama el POLISARIO. Pero son muchos los que no están contentos con la gestión de la cosa pública. Nadie está en contra del espíritu del POLISARIO, pero su cuerpo presenta inequívocas señales de cansancio. En estos tiempos en los que nuestro Movimiento ha descuidado la promoción de los valores y principios revolucionarios que lo guiaban en la década de los setenta y ochenta y, en su lugar, se ha dedicado a administrar unos recursos escasos en medio de unas demandas ilimitadas, en estos tiempos, el juego de la política se ha convertido en una hoguera de la que se salvan muy pocos. Ello hace que nos planteemos cómo salvar, a nuestro Movimiento, de la quema que supone el ejercicio del poder en condiciones tan duras como las que vivimos, caracterizadas, como ya digo, por la existencia de unos recursos muy limitados en medio de unas demandas ilimitadas.
Para mitigar los efectos perniciosos de esa erosión producida por el ejercicio del poder, sería idóneo pensar en alguna de estas cuestiones, con vistas al próximo XIII Congreso General del F. POLISARIO:
A).- Creación de sólidos mecanismos de control;
B).- Operar una profunda descentralización del poder para aminorar la erosión o desgaste inherente a todo ejercicio de poder. En definitiva, la descentralización implica el reparto del poder pero, también, el reparto de las responsabilidades o, dicho con más propiedad, el reparto en la asunción de las responsabilidades.
Veamos dos casos que ejemplifican, a la perfección, lo contrario a la descentralización del poder; La decisión por la que se aprueba la creación de la Secretaría de Estado para la Juventud. Y su decisión homóloga, por la que se crea la Secretaría de Estado para asuntos de la mujer y la tercera edad.
Ambas Secretarías han vaciado de contenido a dos organizaciones de masas y, a al mismo tiempo, han focalizado en la figura del Secretario General del Frente, toda la erosión y desgaste que la actividad de ambas secretarías supone. Todo ello, cuando las funciones de ambas secretarias venían siendo desempeñadas por dos organizaciones de masas …
Otro ejemplo de deseable descentralización sería la transferencia hacia las ‘dairas’ y ‘wilayas’ de un amplio número de competencias que, ahora mismo, ejecutan los órganos centrales de la Administración en la parte suroccidental de Chahid Hafed.
Ni qué decir de la imperiosa necesidad de elaborar una ley estatal para la función pública, para evitar las fricciones que, inevitablemente, conlleva la competencia por unos puestos de trabajo, en unos tiempos, en que el mercado de trabajo, en el sector público, es extremadamente raquítico.
Es evidente que el trasvase de competencias desde los órganos centrales a los periféricos, otorga a los primeros la oportunidad de, valiéndose de su potestad, llevar a cabo un control de todo el sistema.
La Potestad que les viene conferida por la legitimidad histórico revolucionaria les coloca, en términos de poder, por encima de la autoridad que ejercen los poderes periféricos.

Haddamin Moulud Said (ibnuabirabiaa@yahoo.es). En Valencia (España), a 27 de marzo de 2011

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