TIERRA QUEMADA

por Limam Boisha

Ante el tsunami revolucionario que recorre el mundo árabe, los dictadores de la región, en su desesperada huida, -¿hacia dónde? - se están posicionando ante dos modelos: el de Túnez y Egipto, relativamente pacífico y civilizado, o el de Gadafi, salvaje y demencial, rencoroso y sanguinario: “calle por calle, casa por casa”.
Lo poco o nunca visto: mercenarios africanos a sueldo del Africanista, el gran nacionalista bombardeando sus nacionales. Ejércitos, que se supone vulnerables, aunque sus tierras están plagadas de bases militares americanas, son ahora tropas de ocupación, encabezados por las milicias de la siempre inquietante y maligna familia de los Saud.
Para el régimen saudí la consigna no es dialogar, ni hacer concesiones, sino ahogar las revueltas en sangre. Exterminarlas, por lo que puedan representar de amenaza real a una monarquía esclerótica como la de Bahrein. Defender los privilegios de la familia Al Khalifa, es, en realidad, defender la supervivencia del trono de los Saud. Y para ello están utilizando todo tipo de artimañas, como tergiversar las demandas sociales y políticas de esos millones de súbditos que anhelan ser ciudadanos. Quieren transmutar esos legítimos derechos por la dignidad humana, en una guerra civil entre las dos principales ramas del Islam: la suní y el chiismo. Ojalá que los pueblos no caigan en esa horrenda trampa.
Que se vayan los dictadores de las repúblicas árabes ¿bananeras o datileras?, inquieta a esas monarquías, pero a fin de cuentas, les importa un bledo. Pero si el pueblo de Bahrein logra derrocar a Hamad ben Isa al Khalifa, ese será el destino de el sultán Qabus ben Saad de Omán. Y la bola de nieve -o de arena- crecerá y rodará y seguirá rodando y arrastrará a los Saud, y por supuesto, al resto de las dinastías corruptas. Sería el fin de las monarquías, el ocaso del despotismo en la región.
Por ello los saudíes no van a parar de inyectar dinero, de comprar voluntades, de amenazar, de reprimir. Han presionado e implorado a Estados Unidos, y viendo que los americanos retiraron la alfombra por debajo de Mubarak, decidieron actuar secundado el peor ejemplo.
Lo mismo está haciendo Ali Abdala Saleh en Yemen, Al Assad en Siria. En Marruecos ya lo hicieron en Agdeym Izik y lo van seguir haciendo, porque la represión en las ciudades marroquíes va subiendo de voltaje.
Esto no es más que la costumbre de tierra quemada, esa política primitiva de los que ven su inminente derrota, y arrasan con todo lo que tuviera valor, para que los adversarios no lo pudiesen aprovechar. Y ¿con qué están arrasando ahora esos sátrapas y sus ejércitos en varios países árabes? Nada más y nada menos, que con la vida de los jóvenes, lo más valioso que tiene un pueblo, su vida, su alma, su futuro.

Limam Boisha
22.03.11

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