por Huneifa ibnu Abi Rabiaa
Frente a la inequívoca voluntad del pueblo saharaui, largamente manifestada, de reivindicar su autodeterminación e independencia y frente a la imbatible fortaleza jurídica sobre la que se asienta esa legítima aspiración, surgen voces que recurren al fantasma del terrorismo para alejar, de los deseos y preferencias de la opinión pública, la posibilidad de un estado independiente en el Sahara Occidental. Tal es la línea seguida por Máximo Cajal (partidario de la marroquinidad de Ceuta y Melilla), Bernabé López García (ideólogo del Majzen y condecorado con el Wisam Real) y Juan Goytisolo (huido de la dictadura de Franco para refugiarse en la democracia de Hasan II y Mohamed VI)
Y es que, con base en la razón, la justicia y la legalidad internacional, no hay ni un solo argumento para despojar a los saharauis de su derecho a la autodeterminación y la independencia. Convencidos de ello, los enemigos de esta Causa Justa, se dedican a airear los miedos atávicos del género humano. Antaño, era el miedo al comunismo soviético; ahora, es el miedo al terrorismo islamista; y mañana, probablemente, recurran al miedo al cambio climático.
Resulta altamente sospechoso que un diplomático, como Máximo Cajal, pueda afirmar que la creación de la RASD supone una amenaza para la seguridad de España. ¿Es que a caso, España se siente más segura y más cómoda, ahí donde, en alguno de sus flancos, no se aplica la legalidad internacional? ¿ Constituye una amenaza para España, un escenario internacional regido por la ley y el derecho internacionales?
Por otra parte, la posibilidad de un Estado fallido controlado por Al Qaeda, a la que recurre Máximo Cajal, es tan probable como la posibilidad misma de que nos toque el Gordo de Navidad sin haber comprado un décimo. Es decir, no se puede vender la piel del oso antes de haberlo cazado. En cualquier caso, la experiencia y la información disponibles no ofrecen indicios de que los territorios controlados por el POLISARIO hayan sido utilizados por Al Qaeda. Por lo demás, las decenas de miles de europeos que anualmente viajan a esos territorios saben que, ahí, están más seguros que en El Cairo o en Rabat.
Recurre el articulista a ciertas disquisiciones históricas, carentes de todo fundamento, para desposeer a los saharauis de su condición de pueblo. Afortunadamente, ya en 1975, el Tribunal Internacional de La Haya, dejó la cuestión del debate histórico, absolutamente clara: UNO, El Sahara Occidental no era un “terra nullius” al momento de la ocupación española y; DOS, la población de dicho territorio no tenía vínculos ni con Marruecos ni con Mauritania que pudieran, tales vínculos, afectar la aplicación de la Resolución 1514 de NN.UU. sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la independencia.
La imbatible fortaleza jurídica sobre la que se asienta la aspiración saharaui, es jurídicamente inatacable. De ahí que nadie, ni siquiera Máximo Cajal, pueda atacarla con bases admitidas en Derecho. Sólo queda, pues, el recurso al miedo, que aprovechándose del eco de los medios de comunicación, genera alarma social. Y para edulcorar sus posiciones, Máximo Cajal, Bernabé López y Goytisolo, además del fantasma del terrorismo y la tergiversación de la historia, siempre vierten sobre Argelia toda clase de improperios, con tal de presentarla, más o menos, como el diablo en el norte de África. Ahí radica la miseria moral e intelectual de sus argumentos
Olvidan que la pregunta clave es ¿porqué ese cuerpo que nos da miedo, ora por su comunismo soviético, ora por terrorismo islamista, se mantiene incólume en su inequívoca voluntad de constituirse en un Estado independiente? ¿Porqué?. Pues la razón es muy sencilla: ese pueblo es titular del derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia. Y frente a eso no hay campaña que pueda. Podrá durar los años que dure, pero terminará prevaleciendo. Es una cuestión de estricta justicia, frente a la que nada se puede hacer. Tarde o temprano terminará por prevalecer.
Tal y como afirma Ana Camacho, definitivamente, la fórmula del miedo es obsoleta, porque mantiene a Madrid presa de los deseos de Rabat. El modo irregular en que España ha acogido, en Lanzarote, a Minettu Haidar ha dejado en evidencia, ante la opinión pública mundial, la condescendencia de España para con Marruecos. Pero es que el intento fallido de devolverla, aquél viernes 4 de diciembre, ha restado varios enteros a la reputación internacional de España, al demostrar su incapacidad para resolver determinados asuntos y nos revela las nefastas consecuencias de ese dejar hacer, a Marruecos, que parece guiar la política de algunos responsables españoles.
15.01.10
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