por Haddamin Moulud Said
Para España, al menos, para la España de ZP y Moratinos, Marruecos, es un país amigo al que hay que apoyar y dispensar con cierta condescendencia, incluso, cuando se equivoca (caso del Sahara Occidental).
Para Marruecos, España, no es más que un país de usar y tirar. El caso de Minetu Ali Haidar, es muy elocuente al respecto. Las irregularidades administrativas y las contradicciones de Moratinos, han convertido a España, a ojos de los observadores internacionales, en el patio trasero de Marruecos, donde éste, sin pudor alguno, puede hacer y deshacer a su antojo.
Lo que acaba de ocurrir ahora confirma, a ojos de esos observadores internacionales, hasta donde España es capaz de arrodillarse frente a Marruecos.
Desde los tiempos imperiales, los reyes solían mandar a sus más fieles y preparados nobles para representarlos, como embajadores, en los reinos vecinos. Los Estado modernos han mantenido esa costumbre para, con las cualidades del designado, otorgar cierta relevancia y, así, premiar al Estado destinatario de esa designación.
A la luz de la experiencia con que ZP y Moratinos han venido tratando a Marruecos, no existen indicios para esperar la denegación del plácet solicitado por Marruecos, para designar a Ahmedu Sueilem, como embajador de Marruecos en España.
Y cuáles son las cualidades que sobresalen en el currículum del designado para que Madrid se sienta agasajado con esa designación? ¿Qué nivel de estudios tiene? ¿Alguna formación complementaria? ¿Alguna virtud digna de mención?
Para empezar, los periodistas españoles, que en el futuro vayan a tratar con él, deben saber que después de 60 años de su vida, este hombre, ha decido cambiar sus apellidos. Ahora ya no se llama como ha venido llamándose durante los últimos 60 años. En su lugar, se llamará Ahmedou Sueilem, a secas. Es decir, en lugar de tener dos apellidos, como los saharauis, ahora tendrá uno sólo, como los marroquíes.
Pero volvamos a la conveniencia o no de otorgar el plácet a semejante tipo.
Qué virtud tiene un hombre que, después de 60 años defendiendo una cosa, ahora, quiera ser el embajador de la contraria.
Marruecos, al designar un embajador, lo hace convencido de que va a defender sus intereses. Pero el plácet, ha sido concebido en el derecho internacional, para que el Estado destinatario de esa designación, examine, él a su vez, la conveniencia o no de esa designación, desde el punto de vista de sus propios intereses.
Y como quiera que en este hombre, destaca, por encima todo, su vil traición a sus 60 años, cabe concluir que si España, concede el plácet, lo hará desde la convicción de que en las relaciones hispanomarroquíes prima, sobre todo, el apoyo a la marroquinidad del Sahara Occidental. Porque, vamos a ver: alguien, en su sano juicio, espera que este hombre, con el historial tan pobre que tiene, sea capaz de impulsar los intereses españoles en Marruecos. ¿Será el hombre ideal para que las relaciones entre ambos países vayan por los carriles que interesan a Madrid?
Es imposible que, con virtudes tan viles, este hombre pueda relanzar las buenas relaciones de vecindad entre España y Marruecos, al menos, desde el prisma de los intereses de España.
Algunos embajadores acreditados en Madrid, empiezan ya a solicitar, a sus respectivos Estados, el traslado de embajada porque, con razón, esgrimen que, a partir de ahora, las galas de embajadores, en Madrid, en lugar de oler a sabiduría, nobleza y profesionalidad van a tener un hedor nauseabundo.
Pero la pregunta clave, para conceder o no el plácet, es determinar qué cualidades o capacidad tiene este hombre para impulsar las relaciones con Marruecos, desde el prisma de los intereses de España.
Planteada de otra forma, la pregunta, vendría a ser: es suficiente para conceder el plácet, con que el designado sea útil a los solos efectos de un aspecto en concreto (la marroquinidad del Sahara) de los intereses del Estado que lo designa, aún cuando no los comparte el Estado que lo recibe?
Siendo hijo de un ex miembro de las Cortes de Franco, a España, le consta de sobra que el designado no es marroquí. Ha adquirido el pasaporte marroquí, mediante la ejecución de un acto que la Humanidad ha colocado en los niveles más bajos de la ética: la traición.
El día en que este Sr. llegue a presentar sus credenciales y resulte recibido en la Casa Real Española, el ocupante de ésta, al momento de darle la mano, no podrá evitar acordarse de aquello de: “Roma no paga a traidores”
Para los saharauis, la concesión del plácet, implica sin género de dudas, que España reconoce la marroquinidad del Sahara. ¿Qué sentido tiene prohibir a los responsables políticos españoles viajar a las Zonas Ocupadas, si al mismo tiempo, se concede el plácet a una persona, que Madrid, sabe de sobra que no es marroquí? Y lo peor, de todo, a España le constan los méritos (más bien deméritos) que este hombre ha hecho para resultar designado como embajador.
Y qué decir de la opinión pública marroquí. Parece mentira que de los 30 millones de marroquíes, Mohamed VI, no haya encontrado a nadie con las cualidades necesarias para representar al Reino, en España, que no sea este apestoso traidor. Traidor a la causa saharaui, pero traidor a fin de cuentas.
Haddamin Moulud Said (ibnuabirabiaa@yahoo.es). Valencia (España)
12.04.10
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