por Abdalahi Salama Machnan
Desposeídos de nuestra patria y familias, hemos cruzado océanos para labrar un porvenir mejor en Occidente, y en otros parajes de este inmenso planeta. Nuestra forzada condición de apátridas forjó una personalidad: dura, rígida, llena de coraje y experiencias. Nuestras almas han bebido tragos amargos de nostalgia al dejar atrás a nuestra tierra, y a nuestros seres queridos. Mayoritariamente se nos han humedecido los ojos alguna vez al recordar tanta nostalgia. El camino del desapego es el más duro en todos los viajes.
Hoy en día, ganarse la vida muy lejos de la familia, amigos y costumbres a su pesar es siempre doloroso. A nuestra propia identidad, se han sumado rasgos de otras culturas vividas y compartidas. Los caminos del señor son inescrutables; nos hemos integrado en otras culturas y disponemos de documentaciones distintas, según el estatuto que se nos haya reconocido: Apátrida, Asilo, Protección Internacional subsidiaria, Nacionalidad de algún país comunitario. No es la intención de este cronista entrar en un debate o perderse en discusiones jurisprudenciales y casi filosóficas sobre reglamentos y leyes. Simplemente trata de retratar el camino que hemos prendido como viajeros. El azar tiene esa dosis de misterio, algo que escapa a nuestro conocimiento y, por lo tanto, a nuestro intento de razonamiento.
¿A dónde quiere llegar?, se estará preguntando algún lector al llegar a estas alturas de la crónica. Pues hablar un poco sobre el síndrome del emigrante. El otro día, haciendo el recorrido de mi rutina laboral diaria; subo al tren del ferrocarril de la Generalitat de Catalunya que cubre la ruta: Plaza de Catalunya – Rubí. Contemplo el bullicio de los viajeros que en su mayoría son extranjeros, como un video visualizado a cámara rápida. La gente, con una celeridad, camina, corre, vuela hacia el trabajo, o a cualquier otro sitio a donde inevitablemente tiene que llegar.
¡Se me hace tarde! ¡Me voy, me voy, me voy!, repetimos una y otra vez. Justamente en esta instantánea me resonó hasta lo más recóndito de mis entrañas, las profunda letra de la canción: “YA RAYAH” (en árabe: يارايح, en español: ¡Oh viajero!) del cantautor argelino Dahmane El Harrachi. Es un alegato sobre la emigración:
¡Oh emigrante! ¿A dónde vas?
Te cansarás y terminarás por volver
¿Cuántos se han arrepentido antes que tú y que yo?
¿Cuantos países superpoblados y tierras vacías has visto?
¿Cuánto tiempo has gastado y cuanto te queda aún por perder?
¡Oh emigrante!
En país extranjero, ¿cuántas veces te cansas sin correr?
Vivimos bajo el yugo de la aceleración, la vida hoy en día es muy dinámica, corremos hacia ninguna parte. Las formas humanas se desdibujan en el “corre-corre” diario, que cobra sentido en las miles de tareas que nos esperan, en las obligaciones y deberes que nos convocan, en las más comunes diligencias diarias. Somos reos del carpe diem (aprovecha el momento) capitalista, que es la sublimación del consumo: más y mayor velocidad, todo se cierne sobre la productividad y las mercancías.
La sociedad actual se caracteriza por la aceleración. Todo, desde la economía, la política y las subjetividades, vive bajo el yugo de la eficacia y la rapidez. Somos sujetos estresados, ansiosos, deprimidos, con prisa. Vivimos en la inmovilidad frenética.
¡Oh emigrante! ¿A dónde vas?
Te cansarás y terminarás por volver
¿Cuántos se han arrepentido antes que tú y que yo?
¿Cuánto tiempo has gastado y cuanto te queda aún por perder?
¡Oh emigrante! ¿En país extranjero cuantas veces te cansas sin correr?
Muchos residentes Saharauis en Europa. Saharauis que, con su trabajo, con su esfuerzo, han echado profundas raíces lejos de su tierra. Esas raíces han dado lugar a una prolongación de sus propias vidas; creando familias, creando altavoces para su justa causa. Han trabajado con ahínco para cubrir las necesidades más elementales de sus familias, y de su pueblo. Pero en el fondo, la situación de provisionalidad para cualquier emigrante Saharaui – en lo más hondo de su ser- no la abandona nunca. El pensamiento del retorno a sus raíces, a su tierra de origen siempre está presente. La añoranza y la serenidad del desierto viven ocultas en su ADN.
ABDALAHI SALAMA MACHNAN
Barcelona, Octubre de 2017.
sah_camaguey99[at]hotmail.com
03.10.17
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Este texto expresa la opinion del autor y no de los moderadores del foro.
3.10.17
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