En el otoño de 1975, una semana antes de la muerte de Franco, Hasan II, vívida encarnación del mismísimo Führer, se levanta un buen día (aciago para nosotros), se dirige a su fastuoso escritorio y extiende sobre él el mapa de su reino; coge un lápiz y, de buenas a primeras, desplaza la línea fronteriza sur (paralelo 27° 40´ donde termina su reino) y la desliza hacia abajo hasta el paralelo 20° 47´ (frontera del Sahara Occidental con Mauritania).
Como si fuera el amo del mundo, y como si el lápiz usado por él fuera una varita mágica, acaba de convertir el tamaño de su reino en el doble de lo que es. Así, sin más, de un plumazo ‒nunca mejor dicho– acaba de anexionarse el Sahara Occidental, un territorio con una extensión casi similar a la extensión de Marruecos.
A pesar de que este nuevo mapa –que se ha adjudicado– solo existe en su mente delirante y en su escritorio, todo aquél que ose renegar del mismo, caerá sobre él la cólera del ogro. Un ogro real y mucho más siniestro y cruel que el ogro de los cuentos de Charles Perrault.
Qué clase de demonios anidan en la cabeza del ogro que, en un impulso espasmódico repentino, le llevaron a actuar así.
Sabiendo que es difícil adentrarse en su mente diabólica, vamos a tratar de recorrer, fugazmente, el tortuoso camino que recorrió con sus demonios hasta llegar aquí.
Llevaba años reivindicando (infructuosamente) ante la ONU, el entonces Sahara Español.
A lo largo de los años sesenta, su reino se debatía en una grave crisis política (y económica) conocida como los años de plomo (que se prolongaría casi hasta su muerte), y que tuvo su cénit en el sangriento golpe de Estado de Skhirat el 10 de julio de 1971. Una matanza de la que Hasan II salió ileso de milagro.
Al año siguiente, el 16 de agosto de 1972, su Boeing 727 es atacado, en pleno vuelo, por cazas Northrop F5 de su propio ejército. Este segundo golpe de Estado, del que también salió ileso, fue organizado y preparado por el general Mohamed Ufqir, el segundo hombre del régimen y mano derecha del monarca; que, paradójicamente, era conocido por disolver las protestas y manifestaciones a base de ráfagas de ametralladora, y se había encargado de la depuración total del ejército después del golpe del año anterior.
Para distraer al Ejército, en cuya oficialidad ya no confiaba, y para mejorar su imagen de cara a su pueblo y ante el mundo árabe, decide enviar, en 1973 dos brigadas –una a Egipto y otra a Siria– como contribución en la guerra de octubre que se libra en Oriente Medio.
Pero la guerra árabe-israelí solo dura 19 días, y las brigadas que fueron alejadas del reino volverían en la primavera de 1974. Inmediatamente fueron enviadas a la provincia de Tarfaya, fronteriza con el Sahara Occidental.
Es imperativo intensificar la campaña de reivindicación del Sahara Español y redoblar la presión sobre España. Así, se podrá desviar la atención del pueblo de los problemas internos y, en un futuro próximo, alejar definitivamente el Ejército y sus mandos de los asuntos de Palacio.
En 1975, con Franco gravemente enfermo, Hasan II ve el cielo abierto. Esta es la oportunidad que esperaba: Un dictador moribundo y una España débil con un futuro incierto.
Con su instinto de hiena, acecha a su presa y espera el momento adecuado para abalanzarse sobre ella. Mientras espera y saborea mentalmente la carne pútrida del cadáver, allana el camino.
No solo infiltra en El Aaiún agentes (bajo el mando del Coronel Ahmed Dlimi) que cometen diversos atentados terroristas, sino que también envía unidades de las FAR que penetran en territorio saharaui, donde llevan a cabo incursiones y se enfrentan al ejército español en escaramuzas esporádicas. Antes de volver a sus bases, siembran en territorio saharaui todas las minas que pueden.
El 24 de junio, un vehículo de artillería voló por los aires al pisar una de estas minas. Perdieron la vida un teniente, un sargento y tres soldados saharauis. Los muertos españoles fueron enterrados casi de forma clandestina por orden del último gobierno de Franco.
Pero todo esto no es suficiente. El trono está en peligro y es preciso abarcar todos los frentes y, si es necesario, crear nuevos frentes.
En uno de los arrebatos de histeria que caracterizan al Führer alauí, reúne a los más eminentes “juristas” del reino y les ordena diseñar una tesis que constituya una base documental (confeccionada a su gusto) para interponer una demanda ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, reivindicando la soberanía del Sahara Occidental. Para ello, no deben detenerse ante nada: tergiversar, manipular y hacer todo lo que haga falta.
El equipo de “notables” designado, en una carrera contrarreloj, pone manos a la obra de forma frenética.
Pero todo ha sido en vano.
El 16 de octubre de 1975, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, emite su veredicto: “No existen vínculos jurídicos de soberanía territorial entre el Sahara Occidental y el reino de Marruecos”.
Hasan II está fuera de sí. Este no era el resultado que esperaba. Sus “juristas” habían hecho un trabajo “fino”, sus contactos en los círculos de Poder Global eran muy fuertes y el “mago” Henry Kissinger estaba a su servicio. Pero la justicia, cuando es Justicia, es implacable y no tiene dos caras.
La ira le corroe y no puede mantener a raya sus demonios. En un rapto de furor, decide trazar un mapa a su gusto y apropiarse de una tierra que no le pertenece y que la justicia le niega.
Lo que acontece después, es la historia de genocidio, barbarie y represión que todos conocemos.
Se inicia una cruenta guerra en la que, después de quince años, Hasan II vuelve a experimentar, justamente, el pánico visceral –a perder el trono– que lo llevó a este espantoso atolladero.
Recurre a la ONU y, en 1991, firma un alto el fuego con los saharauis.
Cambia de estrategia, e inunda el Sahara Occidental con cientos de miles de colonos arrancados (de sus hogares) del Marruecos profundo; con la finalidad de diluir la identidad saharaui, ya que ni con el exterminio sistemático, ni con la fuerza de las armas, ha podido deshacerse de estos beduinos intransigentes que se aferran a su trozo de desierto con una fe y una voluntad que rayan la adoración.
Hasan II murió el 23 de julio de 1999. En su tumba se enterró con él su sueño de ver sometido el Sahara Occidental. El mismo Sahara, que un lejano otoño de 1975, Su Majestad consideró que solo estaba habitado por un puñado de nómadas indefensos que reduciría en una semana.
Antes de morir, comprobó también, con amargura, que su estrategia de inundar el Sahara Occidental con centenares de miles de colonos, no surtió ningún efecto. Pudo cerciorarse, al igual que lo hizo el resto del mundo, que el pueblo saharaui tiene una identidad propia bien diferenciada, una gota de aceite en un vaso de agua, inalterable y claramente distinguible.
Tras el viaje de Hasan II al más allá, le sucedió en el trono su hijo M6 (la M, como hemos dicho en otra ocasión, es de Mezquino, ya que es un verdadero sacrilegio llamar Mohamed a semejante sujeto).
M6 no heredó el carisma maquiavélico de su padre. Más bien, es una burda y caricaturesca copia de éste.
El traje de Führer que le dejó su padre le viene grande, no porque no le guste, sino por lo obtuso y mediocre que es. De hecho, hubiera preferido mil veces que esta horrible pesadilla en la que se tornó el sueño de su padre, hubiera acabado con su muerte.
Pero todo esto, su malvado padre ya lo sabía. Lo tenía todo previsto y, antes de morir, lo dejó todo bien atado. M6 no tendrá que hacer nada. Todo estará en manos del Majzén (oligarquía marroquí). Su ocupación consistirá, de ahora en adelante, en ser, simplemente, un muñeco de trapo con una corona en la cabeza, que vaga por los salones de Palacio.
Pero el 13 de noviembre de 2020, ocurrió algo con lo que ni EL Majzén ni M6 contaban: El Ejército de Liberación Popular Saharaui volvió al campo de batalla y reanudó la guerra que nunca debió pausar.
No obstante, M6 no debe inquietarse. Como quedó evidente, El Majzén se ocupará de todo. Eso sí, alguna que otra vez, cuando éste lo estime oportuno, tendrá que hacer el papel del dabe (hiena solitaria).
En los confines del desierto, en los frigs (conjunto de jaimas) y en los ueds (lechos secos de ríos arcaicos) circula una leyenda secular, tan antigua como el desierto mismo. Es la leyenda del dabe (hiena solitaria).
En el desierto, todo aquél que viaja solo a lomos de su dromedario, debe estar muy atento. El dabe nunca ataca de día. Cuando cae la noche, aparece de repente, en medio de la densa oscuridad. Para reducir a su presa, empieza a girar alrededor de ella, emitiendo aullidos y gruñidos en forma de risotadas macabras; embaucando y atemorizando a su presa. Gira muy rápido y de forma constante, alternando sus aullidos y risotadas tétricas, con extrañas contorsiones en las que su pelaje se estremece, y da la impresión de desprender un fulgor espeluznante. Continúa con esta suerte de ritual o danza aterradora, hasta que la víctima, presa de una mezcla de pánico y asombro, entra en un sopor que la convierte en indefensa. En ese momento, el dabe se apodera de ella y la devora.
Pero el dabe, aunque cruel, es una hiena cobarde. La ferocidad de la que hace gala en su teatral parafernalia es solo eso: puro teatro. Un disfraz que usa para embaucar y engañar a sus víctimas, debajo del cual esconde su cobardía y su miedo cerval.
Los saharauis, hijos naturales del desierto –que lo viven, lo sienten y lo respiran– son conscientes de la falsedad del dabe. Cuando uno de ellos es sorprendido, en medio de la noche, por esta alimaña, lo único que tiene que hacer es mantenerse firme, mirarla fijamente a los ojos de forma desafiante y alzar, apuntándole, una antorcha de la hoguera que siempre tiene a mano. Inmediatamente, el dabe saldrá huyendo con el rabo entre las piernas.
Lamentablemente, esto es lo que no ha sabido, no ha podido o no ha querido hacer, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez cuando se enfrentó a la hiena alauí.
Y las hienas, como alimañas que son, si detectan en ti la más mínima debilidad, estás acabado. Su crueldad y su voracidad no tienen límites, porque, dada su naturaleza mezquina, vil y miserable, no conocen el concepto de virtud.
Al sucumbir ante la hiena alauí –con su misiva clandestina del 14 de marzo de 2022– el paso de Pedro Sánchez por la presidencia del Gobierno, siempre estará marcado por la deshonra de haber traicionado a los saharauis y a los principios de legalidad internacional a los que todo Estado de Derecho se debe.
Si con esta concesión (en la que se desprendió de su dignidad) Pedro Sánchez piensa que M6 estará satisfecho, está muy equivocado. El apetito de las hienas es insaciable. Se lo comen todo, incluso los huesos del cadáver de su víctima. No dejan nada.
En el primer encuentro que tuvo Sánchez con M6 –apenas un mes después de la infame concesión de la misiva furtiva– en una cena al inicio del ramadán (el 7 de abril), la imagen de la insignia nacional de España colocada hacia abajo, o sea al revés, dio la vuelta al mundo. Y, como siempre, no pasó nada. A M6 se le perdona todo, incluso la humillación de un país.
El 1 de junio de 2021, al ser entrevistado por Xabier Fortes en el programa La Noche en 24h, de la cadena pública 24h; José Luis Ábalos, ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, declaraba:
“Tenemos una responsabilidad que nos la confiere la propia resolución de Naciones Unidas como antigua metrópolis y, en ese sentido, fíjese, nosotros tenemos responsabilidades sobre el espacio aéreo y el espacio marítimo del Sahara. Nos corresponde a nosotros hacer ese control y esa vigilancia sobre esos espacios a nivel internacional”.
En ese momento, interrumpiéndole, Xabier Fortes le pregunta: “Lo están haciendo?”
El ministro, sonriendo levemente, contesta:
“Pues hacemos en la medida de nuestras posibilidades porque, evidentemente, no estamos en el Sahara, por lo tanto digamos que lo hacemos con los medios tecnológicos que podemos tener”.
Seis semanas después, el 12 de julio, es destituido fulminantemente de su cargo y renuncia como Secretario de Organización del PSOE, a solo tres meses del Congreso Federal del partido.
José Luis Ábalos era el valedor incondicional del presidente desde la crisis de 2016 cuando nadie apostaba un euro por su futuro político y formaba parte de su núcleo duro. Su salida repentina del Gobierno y su inesperada renuncia a la Secretaría de Organización del partido, causaron asombro en periodistas y políticos.
Un misterio al que nadie podía dar explicación.
Yo, que he visto su entrevista en el canal 24h, y he visto la honestidad y franqueza con la que hablaba, sí puedo explicármelo: Ha osado revelar, en una cadena pública, una verdad fundamental sobre el Sahara Occidental, y lo ha hecho en un momento en que M6 tenía una rabieta por la acogida humanitaria del líder saharaui Brahim Ghali en un hospital de Logroño.
En la misma fecha (el 12 de julio de 2021) fue destituida también la Ministra de Asuntos Exteriores Arancha González Laya. Esta vez, sí quedaba claro que era la cabeza de turco que se ofrecía en bandeja de plata a M6, por permitir la acogida humanitaria de Brahim Ghali (gravemente enfermo de covid).
Pero la crisis de mayo de 2021, que se cobró a la ministra González Laya, en realidad no estaba motivada por la acogida humanitaria del líder del FPOLISARIO. El verdadero motivo de esa crisis estribaba en que Pedro Sánchez no había seguido la senda de Donald Trump de apoyar la ocupación ilegal del Sahara Occidental. Las hienas del Majzén llevaban meses al acecho, esperando su oportunidad. El ingreso de Brahim Ghali, al borde de la muerte, en un Hospital de Logroño (el 18 de abril) supuso para las alimañas del Majzén, la ocasión perfecta que anhelaban, para simular una afrenta y crear una crisis de la nada.
Por eso, el dabe alauí solo le abrió las puertas de su feudo a Sánchez, cuando éste, sucumbiendo a su parafernalia el 14 de marzo de 2022, apoyó sus planes de anexión del Sahara Occidental.
Y, como he dicho antes, si alguien cree que con esta cesión ultrajante, se ha acabado la voracidad (chantaje) del Majzén, sin duda, es un iluso irremediable. Esto es solo un preludio de lo que viene después.
He aquí algunos ejemplos (visibles para el ciudadano común) que confirman este razonamiento:
• Reivindicación constante –velada o no– de Ceuta y Melilla.
• Ampliación de su demarcación oceánica hasta abarcar las aguas de Canarias, alegando que son continuidad de las aguas del Sahara Occidental –de las que se apropió ilegalmente y– que a día de hoy, por increíble que parezca, están bajo jurisdicción de España, como potencia administradora del territorio que sigue siendo.
• Incumplimiento de compromisos y acuerdos (firmados) de todo tipo.
• Cuando uno entra en las oficinas de Trasmediterránea (la primera empresa naviera de España, fundada el 25 de noviembre de 1916) en el puerto de Algeciras a comprar un billete de barco, lo primero que ve en un cartel bien grande, es el mapa que trazó, a su antojo, Hasan II en 1975. Un mapa en el que la línea fronteriza que separa Marruecos del Sahara Occidental, brilla por su ausencia. Un mapa ilegal en las oficinas de la primera empresa naviera de España. Esto no es de extrañar. Todo lo que esté relacionado con El Majzén, si no es ilegal, roza la ilegalidad de cerca.
• Los europeos, para entrar en Marruecos, solo necesitan tener un pasaporte en vigor y un billete (de barco o de avión) en regla. No se les exige visado. Sin embargo, contraviniendo la normativa vigente, El Majzén ha introducido una excepción: • Si un español embarca en un barco con destino a Marruecos, una vez en cubierta, si se comprueba que en su pasaporte está escrita la palabra Sahara –aunque su pasaporte esté en vigor y su billete en regla– inmediatamente, se le ordena bajar del barco y se le deniega el embarque. Entonces, el ciudadano se dirige al puesto de Policía Nacional del puerto y denuncia esta irregularidad. El oficial de turno le da la razón, pero le dice que no puede hacer nada. Lo único que puede hacer es dejar constancia del hecho y elevar un informe con ello a su superior. • Si un español llega al Aeropuerto de El Aaiún y se comprueba que en su pasaporte está escrita la palabra Sahara, se le deniega la entrada y es inmediatamente devuelto a España en el primer vuelo que salga.
• El ciudadano saharaui Feisal Bahlul, de 44 años, natural de EL Aaiún, con residencia legal en España hasta 2024; fue detenido el 30 de marzo de 2021 por la Policía Nacional en Basauri (Vizcaya) y entregado a la policía marroquí el 16 de noviembre de 2021 en el aeropuerto de Casablanca; violando, manifiestamente, la IV Convención de Ginebra e incumpliendo el artículo 3 de la Convención contra la Tortura. Feisal Bahlul, para quién no lo conoce, solo es un humilde trabajador que salió de El Aaiún ocupado, para ganarse la vida honradamente en España. Su único delito es oponerse a la ocupación de su tierra. Y quién no se opone a la ocupación del Sahara Occidental. El verdadero delincuente es el que considera que eso es un delito.
• Es especialmente doloroso el caso de Mohamed Salem Bucharaya (El Doctor).Con 75 años, ciego y padeciendo un cáncer terminal, llegó (en silla de ruedas) a su Aaiún natal (con pasaporte español) el 12 de noviembre de 2022. Llevaba 47 años sin pisar el Sahara. Su intención era despedirse de los suyos y morir en la tierra que le vio nacer. En el aeropuerto le esperaban muchos saharauis para darle la bienvenida que se merece. Debido a esta circunstancia, los funcionarios marroquíes simularon tratarlo con indulgencia y le sacaron rápidamente del aeropuerto para reunirse con su familia. Una vez en casa, fueron a por él (aparentando que le quedaba un trámite por hacer) y lo embarcaron, en un avión de Binter, de vuelta a Las Palmas (sin acompañante, y, repito, siendo ciego, con cáncer terminal y en silla de ruedas). Falleció cinco semanas después en Las Palmas de Gran Canaria.
Es tan inmenso el temor que los saharauis infunden en EL Majzén cobarde que, incluso ante un anciano en su lecho de muerte, se siente en peligro y se despoja de su humanidad (si alguna vez la tuvo).
Las hienas del Majzén no son las únicas que acechan a los saharauis. También están las hienas del PSOE, siempre dispuestas a acudir con premura a cualquier evento donde se pueda adular a M6 y, de paso apoyar –a veces de forma explícita y a veces de forma subliminal– sus tesis anexionistas y maquillar las prácticas abominables de su régimen corrupto. Y aquí estamos hablando de lo que sale a la luz y lo que difunden los medios. Lo que se urde en la sombra lo desconocemos.
Al principio, la hiena más visible era José Luis Rodríguez Zapatero. Posteriormente, se le unieron (complacidos, cuando deberían abochornarse) otras hasta formar, prácticamente, una manada, a saber: José Bono, Miguel Ángel Moratinos, Juan Fernando López Aguilar y María Antonia Trujillo Rincón. Se da la curiosa circunstancia de que todos ellos, en el pasado, formaron parte de su gobierno. Y que conste, que cuando digo que son una manada de hienas, no estoy descalificando a nadie, estoy, sencillamente, describiendo a estas personas. Y estoy siendo muy condescendiente en mi descripción.
Me explico: cuando se apoya a una causa o se elogia a una persona, solo existen dos motivos para ello:
1- Por principios, y aquí el bien que se consigue es moral y, por tanto, loable.
2- Por interés material. Aquí se habla de mentalidad mercenaria.
M6 es un genocida que encabeza un régimen corrupto y terrorista que, a día de hoy, está masacrando a todo un pueblo y expoliando sus enormes recursos (que luego usa para su propio beneficio y para reprimir a su propio pueblo).
Entonces a este régimen y al sátrapa que lo encabeza es imposible apoyarlo por principios. Qué nos queda. Apoyarlo por interés material. Y como entraña el componente genocidio-masacre-represión, ya ni siquiera podemos hablar de simple mentalidad mercenaria. Es algo mucho más feo y perverso. Por eso, al calificar a estas personas de hienas, estoy siendo indulgente.
De todas formas, lo que debe tener bien presente Zapatero y su manada es que, cuando M6 y El Majzén te ofrecen algo, es siempre a cambio de tu alma, tal como le sucedió al personaje de Honoré de Balzac en La piel de zapa.
Zapatero y su manada deben tomar buena nota de lo que está ocurriendo estos días en el Parlamento Europeo, donde se están investigando las ramificaciones de la gigantesca red de corrupción tejida por El Majzén en las instituciones europeas y en la que están implicados, nada más y nada menos, que dos embajadores marroquíes (el exembajador en Bruselas y el embajador en Polonia). Esta red se dedicaba a la compra de voluntades y al tráfico de influencias, sobre todo, para frustrar cualquier decisión, moción o resolución relacionada con el Sahara Occidental. Durante años, los socialistas han bloqueado sistemáticamente cualquier debate o resolución que critique abiertamente la situación en el Sahara Occidental ocupado, de lo cual se desmarca y denuncia la (también socialista) exeurodiputada lusa Ana Gomes, que se movía con soltura en los pasillos de la sede de Estrasburgo y conoce bien todos sus entresijos (ya que permaneció en ella desde2004 hasta 2019).
Los aullidos de las hienas del Majzén, así como los aullidos de las hienas que tiene diseminadas por el mundo, no nos extrañan, y mucho menos nos intimidad, porque sabemos que, en el fondo, aúllan para distraer a los demás de la grave crisis política, económica y social, en la que El Majzén está inmerso. Son aullidos de desesperación e impotencia, al verse superado por una crisis tan severa que amenaza con llevárselo por delante. Es la crisis de los años de plomo del siglo pasado extrapolada al siglo actual.
Para concluir, diremos (y esto es una obviedad, pero conviene recordarlo) que las relaciones, en general, dependen siempre de la base sobre la que se sustentan, como si de un edificio se tratara.
El edificio de las relaciones España-Marruecos ha sido siempre un edificio resquebrajado, que se tambalea con la más leve brisa de aire, y en el que la parte que se supone más fuerte siempre ha tenido las de perder.
España, en vez de apuntalarlo como es debido, con cimientos sólidos y fiables; el 14 de noviembre de 1975 –con la firma del vergonzoso acuerdo tripartito de Madrid– lo ha demolido y lo ha reconstruido sobre una ciénaga inmunda que, desde entonces, amenaza con tragárselo en cualquier momento.
Se ha reconstruido con la devastación intencionada de miles de vidas y almas que, a día de hoy, siguen clamando justicia: algunas desde el otro mundo, otras desde las oscuras mazmorras del Majzén y otras desde el ostracismo eterno en el desierto más inhóspito del planeta. Es un edificio maldito que nunca encontrará la paz.
29/12/2022
Abderrahman Buhaia
abder333[at]hotmail.com
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