por Bachir Bahia
Lehdia, he leído tu artículo y me parece respetable tu punto de vista, aunque, en mi opinión, adolece de cierta falta de objetividad. Me explico, dices que el proceso de negociación está bloqueado por la "intransigencia de Marruecos y el F.Polisario". Aquí pones en la misma balanza al invasor y al invadido. Todo el mundo sabe que el que obstruye toda solución justa y elementalmente aceptable, es el régimen marroquí, ya que cualquier solución, como mínimo, tiene que ser en base a un referéndum de autodeterminación, a lo cual se opone rotundamente el régimen marroquí, y en su tarea de obstaculizarlo continuamente, es ayudado por la ONU.
Pero si en algo estamos de acuerdo, es en que nuestros dirigentes nunca estuvieron a la altura de las circunstancias. Para empezar, su primer gran error, por no decir su traición, fue entrar en lo que se ha dado en llamar "las negociaciones". Negociar sobre qué?. Sobre la soberanía, sobre tu libertad como ser humano?. Es una invasión en toda regla, una anexión ilegal y un genocidio atroz a plena luz del día. En todo caso, cabría negociar, una vez que el invasor hubiese abandonado el territorio anexionado ilegalmente, sobre acuerdos de vecindad y cooperación, no antes.
Pero claro, ese término (negociaciones), que está fuera de lugar en una situación como la nuestra, se introdujo interesada e intencionadamente, de forma sigilosa y subliminal, y nosotros, como incautos incorregibles, lo fuimos asimilando a lo largo de los años, de modo que, de término anómalo, pasó a ser el término estrella en las conversaciones cotidianas.
Qué impulsó a nuestros dirigentes a cometer ese fatal error estratégico, cuando el pueblo lo dio todo y estaba dispuesto a seguir en esa senda de forma incondicional; y una vez cometido el error, cómo es posible no enmendarlo en 23 años. Dices que la vuelta a la guerra es inviable. Cómo puedes decir eso. Si en 1976, sin disponer prácticamente de nada, y, modestia aparte, hablo con conocimiento de causa, hemos podido derrotar dos países apoyados por grandes potencias; ahora que lo tenemos todo, no podemos defender nuestra tierra, nuestra soberanía y nuestra dignidad. Además, en el verano de 1991 la guerra no acabó para nosotros. Acabó para Marruecos, sí, pero para nosotros no. Nuestro pueblo, en los campamentos de refugiados, sigue sufriendo las penurias del desierto más inhóspito del mundo; en las zonas ocupadas, nuestros compatriotas son masacrados y humillados diariamente, tratados como se trataba a los judíos en la Alemania nazi. Y los que viven en el extranjero se ven obligados a declararse apátridas o a adoptar otra nacionalidad, y aun así, siempre constituirán una nueva versión, tal vez menos honrosa, de los antiguos mudéjares del siglo XIII.
De ser un pueblo un pueblo orgulloso y altivo, nos hemos convertido en un pueblo servil que mendiga sus derechos ante la indiferencia y la impasibilidad del mundo. Los derechos no se mendigan, se conquistan. Ya lo dijo el Che Guevara: “En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera”. La Revolución del 20 de Mayo, con su fundador caído en el campo de batalla, lo es. A estas alturas, no puedo decir lo mismo de sus actuales dirigentes.
Por lo tanto, si a nuestros dirigentes les queda un ápice de dignidad, su única opción es retomar las armas. Para ello, en mi opinión, primero deberán reducir el número elevado de ministerios ficticios que existen en la actualidad y limitarlos a los cinco esenciales (Defensa, Exteriores, Interior, Sanidad y Educación), limitar los igualmente ficticios altos cargos, despojarse de privilegios y de la insultante vida aburguesada que llevan y dar un ejemplo de lealtad y sacrificio y situarse en la primera línea del frente, que es donde debe estar todo dirigente digno de serlo.
Porque, que nadie se engañe, de la guerra nunca hemos salido, mas bien, de forma pusilánime, la estamos sufriendo más que nunca.
Bachir Bahia
11.05.15
abder333[at]hotmail.com
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11.5.15
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