por Abdalahi Salama Machnan
Nuestra nula cultura digital, es una de las causantes del descendiente declive del hábito de la lectura en nuestra población joven. Sí miramos años atrás en el retrovisor del tiempo, mayoritariamente hemos crecido entre libros. Siendo aún muy niños, buceábamos por aquellos innumerables textos, leíamos con fervor, y con infinitas ganas de poder desencriptar los limites del saber.
Hoy la era digital, nos ha colapsado, el mundo ONLINE hace mucho tiempo atrás abandonó la reclusión del ordenador fijo para colarse en los teléfonos móviles y en otros dispositivos. Estos avances supersónicos nos plantean nuevos retos en materia de nuestra seguridad, intimidad e integridad. La mensajería instantánea del Whatsapp se ha convertido en un complemento casi imprescindible de todo teléfono y es una nueva herramienta comunicativa de primer orden para usuarios de todas las edades. Su éxito también ha elevado el número de ataques maliciosos. Y en nuestro caso, el Whatsapp nos ha llevado a la cultura del runrún, a la trifulca, a descalificar al otro. No dialogamos, solo nuestro dedo índice habla por nosotros y se dedica a intercambiar mensajes telemáticos en formato de: videos, audios e imágenes, dónde se ensalza a lo vanidoso, lo insípido e inútil. Mayoritariamente el contenido de dicha mensajería hace reverencia a un grupo étnico, a una tribu, a un rango social determinado o a diseminar falsos rumores. Marruecos hace su agosto en estas revueltas aguas, fomenta nuestra división, cultiva la cultura del consumo y tráfico de drogas; Se empieza a ver a capos de los carteles de la droga tanto en la zona ocupada como en los campamentos, cuyo único lenguaje es: la extorsión, el secuestro, la intimidación, la sangre, el tráfico de estupefacientes y el dinero fácil. Esa escoria villana de la gran urbe ahora quiere pervertir a nuestra juventud, toxicar a nuestra convivencia, destruir el tejido social Saharaui, envenenar a nuestra sociedad mediante el tráfico y trapicheo con sus drogas. Con sus actitudes, esta mafia ha demostrado ser inclemente con todo, no respeta ni a los mayores, ni a los niños ni a nadie. Se creen infusos desde el nacimiento con una total impunidad. Ellos, como sus altos protectores, piensan que todo les está permitido, ya que están por encima de los sencillos mortales. Por suerte, la voluntad inquebrantable del pueblo Saharaui, su cultura social y su apego a su justa causa, son el verdadero dique de contención ante esta mafia y sus triquiñuelas, y eso es lo verdaderamente importante y loable. Mi reconocimiento para quienes así actúan.
Hoy la mayor parte de la gente busca la inmediatez, la rapidez. Se tiende a la satisfacción rápida, al consumo mucho más corto y preciso, exprés. Con la vida tan acelerada, buscamos invertir menos tiempo para dedicarnos más a cosas sin sentido. Nuestra juventud se pasa el día con el móvil soltando humos de tanto hablar y Whatsapear a todas horas, se ha perdido el habito de leer. Convencido de que un buen libro encierra en si: belleza y goce latente, me entristece que la generación del Whatsapp, le tare sin cuidado la lectura. En un libro a diferencia de un diminuto aparato electrónico en la mano, convive el goce del aprendizaje vital y el ejercicio mental. Los libros proveen mucho más que buenos momentos. Está en ellos un saber sin límites, un universo aún inexplorado, capaz de dotar al ser humano de los más grandes tesoros inmateriales. No importa su idioma, estilo o género, porque siempre dejan para nosotros algún legado valioso.
Hay una cosa que me mosquea tremendamente. Hace días tuve una charla con unos chavales saharauis, cuyas edades oscilan entre los dieciocho y veintitrés años respectivamente. Curtidos en la jerga del lenguaje de los “Apps” de mensajería instantánea, les pregunté que sí habían leído o guardan preferencia por alguna obra literaria, la contestación fue: en el Whatsapp esta casi todo. Insistí, les suena de algo la obra de Miguel de Cervantes Saavedra “El Quijote”, un largo silencio para luego contestar que No. De repente mi mente buceo en las conmovedoras historias recogidas en las páginas de este clásico de la literatura castellana, y en especial en el pasaje inicial de la obra, donde el personaje de Hidalgo se dio a leer libros de caballería y dejo plasmada aquella famosa cita: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón se enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”. Acto seguido les miré fijamente y les dije: muchachos, por favor no desperdiciéis vuestro talento ni malgastéis vuestro tiempo.
Es evidente que vivimos tiempos de cambios que nos afectan directamente a todos, pero debemos ser cautos con la evolución del mundo online.
Resulta lamentable decirlo, cada vez son menos las personas que apuestan por la lectura, esa vía inigualable de enriquecimiento personal. Ya son pocas las personas que conservan libros y los den a sus hijos, y el lugar de la lectura entre los niños y jóvenes, lo han ganado otras prácticas, no siempre tan enriquecedoras.
Hay quienes aseguran que las nuevas tecnologías, con sus perennes facilidades para la rápida gestión del conocimiento, eventualmente desplazarán a los libros. Ninguna tecnología por avanzada que sea, podrá sustituir el placer de leer un buen libro tendido en un sofá, en un viaje o sentado en un parque, es como devorar al más delicioso de los pasteles.
Los seres humanos necesitamos nutrirnos de valores, sensibilidad, interpretaciones diversas del mundo en que vivimos y para eso, no hay nada más eficaz que la lectura. Quienes a lo largo de su vida prescinden de esa oportunidad, habrán creado sin quererlo un vacío infinito que nada podrá suplir, por muy grande que sea el cúmulo de experiencias adquirido con el paso de los años.
Realmente, si queremos regalarle algo valioso a nuestros jóvenes, imperecedero y útil, debemos pensar en un buen libro antes que en un móvil, un ordenador o un Tablet. El costo, obviamente será mucho menor, y el resultado quizá nunca pueda medirse en toda su magnitud. No se trata de negar el desarrollo, de apartarse de la civilización, sino de evitar que sean desplazadas las cosas no tan modernas, pero realmente valiosas.
A nuestra juventud allá va esta pregunta: ¿Por cual declináis: Whatsapp, Line, Wechat, Hangouts o por un buen Libro? Qué difícil respuesta. ¡Hagan juego, muchachos!
El hábito de lectura estará más arraigado, si se fomenta desde las primeras edades, pero nunca es tarde para empezar. Sin importar cuánto tiempo haya pasado, todos pueden decidirse a comenzar, darse la oportunidad de descubrir ese mundo maravilloso que se hace cada vez mayor.
Quizá, quienes nunca se han perdido entre las páginas de un libro valoren de exagerados estos juicios, y como bien dice el refrán hindú: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.
Abdalahi Salama Machnan, Barcelona
sah_camaguey99[at]hotmail.com
03.05.16
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4.5.16
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