por Fadel Abderrahman
Es obvio que toda persona tiene derecho a elegir las opciones que más le convengan. Es un derecho elemental, y no creo que nadie esté en posición de discutir lo evidente. Pero, también es innegable que un Estado, un partido, o cualquier ente público, tiene garantizado su derecho a defenderse de cualquier agresión, salvaguardar sus fronteras de cualquier desafío. Cuando se le niega este derecho a la RASD, lo que subyace es un desprecio hacia la identidad saharaui con mayúscula, el viejo discurso sobre la incapacidad de los nómadas de aspirar a la autogestión, es un racismo que nuestros enemigos suelen practicar con nuestros ciudadanos en las zonas ocupada, los tildan de “beduinos”, y se presentan ellos como los civilizadores, los estatutos del partido marroquí Istiqlal lo plasma, sin rodeos.
El círculo de amistades del señor Mustafa lo define como un mal gestor, un conocido traficante, tribalista para lo que le interesa y un mal pagador. Su adhesión a las tesis del enemigo sólo obedece a razones de pura bancarrota, y sino que se lo pregunten al “cobrador del Frac”. Los que hemos estado en los Campamentos saharauis, sabemos a ciencia cierta, que los márgenes de libertad son tan amplios que, a veces, parece una libertad absoluta, de movimiento y de expresión. Tratar de vender la idea de una población secuestrada es un insulto a nuestra capacidad de raciocino. Y también conocemos Marruecos. Presentar a un reino medieval como referente de la libertad y de garante de los derechos civiles, es casi de risa. Dichas alabanzas del enemigo alcanzan unos tintes macabros, cuando se vierten por parte de personas con sangre saharui por las venas, es como las bestias que comen sus propias crías. A pesar de no simpatizar mucho con el señor Bachir Mustafa Sayed, debo reconocerle su acierto: “hay que acudir a psicólogos para explicar y curar esta tendencia al suicidio que caracteriza, desde hace unos años, a parte de nuestros cuadros, dispuestos a vender su alma a cambio de mezquinos privilegios personales”.
Los conocedores de tripas del palacio de Mohamed VI, confirman que el monarca no ha superado la cornada que le atestó nuestra apasionante Minetu Haidar, se siente herido en lo más hondo de su virilidad ( en caso de Mohmed VI eso es un eufemismo, pero bueno), por considerarla como una batalla perdida frente a una fémina. El “moro” ha jurado venganza, y el este episodio es el primer movimiento de una serie de actuaciones tendentes a tomar la iniciativa. El señor Mustafa, pues, no es ningún héroe, es más bien un villano, como todos los colaboracionistas, bufones de palacio que la maquinaria de la ocupación los maneja a su antojo.
(...)[Paragrafo eliminado porque es un ataque personal y malicioso]
Solo el señor Haddamin ha sabido cristalizar esta indignación que sentimos los sahaharuis, al ver tanta mentira y tantos insultos a nuestra dignidad como pueblo. No creo que al señor Haddamin debamos darle lecciones en materias jurídicas y de terminología criminal. Sólo es un grito, entiendo yo, a favor de la dignidad, una reivindicación de nuestra lucha, un grito de basta ya. Es evidente que el POLISARIO nunca ha ejecutado a nadie, ni a los condenados a muerte por asesinato y robo, se le ha aplicado la sentencia dictada por un jurado. Otras intervenciones, especialmente en lengua árabe nos hablan de las virtudes de la “harira”, se escudan en el respeto de los derechos civiles, para justificar lo evidente. Estoy seguro que cuando una banda de marroquíes viole a 10 niñas saharaui, estos “defensores de carta magna” nos dirán que el POLISARIO es corrupto y no puede juzgar a los violadores.
Fadel Abderrahman (España)
fadabderrahman@yahoo.es
29.09.10
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