por Mahayub Labaihat
Hace aproximadamente un año que falleció Mohamed Lagdaf uld Sidahmed uld
Aglamanhum, uno de mis mejores amigo, del que no puede despedirme en su momento,
y hoy quisiera hacerlo, dedicándole estas palabras.
A Mohamed Lagdaf la vida le reservaba una dura experiencia, que tuvo que saborear a
una edad muy temprana, era casi un niño, cuando tuvo que dejar a sus padres, a su
familia, a sus amigos, a su tierra natal (Sahara Occidental), para instalarse en Las Islas
Canarias, en concreto en Las Palmas de Gran Canarias, por culpa de una inyección mal
puesta por uno de aquellos poco sofisticados, pero bien intencionados practicantes (hoy
enfermeros), que le marco para siempre. Esta fatal inyección le llevo a crecer bajo la
tutela de una Orden Religiosa, a la que le confió su padre con todo el dolor de su
corazón, este militar de pura cepa, hombre de palabra, que no dudo en buscar lo mejor
para su hijo ante la imposibilidad de su curación en el Sahara Occidental, sin importarle
el coste económico que eso su ponía, solo puso una condición, que su hijo conservase
su creencia religiosa.
En esa dura etapa, aprendió temprano a valerse por sí mismo, mientras nosotros
disfrutábamos saboreando nuestros dulces años de infancia-adolescencia que pronto se
verían truncados por la horrorosa y salvaje invasión del colonialismo de baja calaña
marroquí. Durante esos años tomo conciencia de que él se debía a su pueblo oprimido,
lo cual le llevo a abandonar una carrera brillante, prometedora y llena de comodidades,
para abrazar la causa de su pueblo pensando siempre en el bien general.
Mohamed Lagdaf era culto, humilde, sencillo, honesto, tolerante, inteligente, abnegado,
... y quizás unas de sus mejores virtudes eran la paciencia y el saber escuchar,
cualidades aprendidas en los internados de la Orden, de la que guardaba un buen
recuerdo, estas cualidades le servirían más tarde en su etapa de maestro. Fue siempre
fiel a sus ideas nunca dudo un ápice del camino elegido, era todo conciencia, siempre
decía “no hay nada más duro que ver a tu pueblo humillado, ninguneado, usurpado,
vejado... por un país miserable y de baja talla moral”.
No quisiera terminar esta despedida, sin mencionar el reciente fallecimiento de una
buena persona, Ahmed uld Mohamed uld Nass, enterrado en tierras extrañas
(Fuengirola-Málaga-España), en contra de su última voluntad y la voluntad de su
familia. Una vez más queda patente la crueldad y la inhumanidad del invasor marroquí,
negando el derecho de entierro a un oriundo en su propia tierra.
Para terminar, tanto Mohamed Lagdaf, como Ahmed, como Mahayub Lajlifa Moisa al
que dedique unas palabras en su momento (Adiós Amigo) se despidieron de esta vida
para siempre con la cabeza bien alta, que Dios los acoja en su seno.
Mahayub Labaihat (M.L.)
ml_aaiun[at]yahoo.es
09.05.13
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Este texto expresa la opinion del autor y no de los moderadores del foro.
9.5.13
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