Aunque suena a un cuento de fábula negra, no es de literatura que hablarán estas líneas. Hondamente apesadumbrado contemplo la realidad social en los campamentos, el lento desmantelamiento de los colegios públicos, una sanidad pública en declive, unas relaciones sociales en desarraigo por la metástasis del tumor tribal y no encuentro consuelo para tanta destrucción.
Recuerdo con nostalgia y como joya de la corona al colegio “Sidi Haizuk”, por lo cuidado que siempre estuvo, y por el valor que para los habitantes de la Wilaya de Dajla llegó a tener, podía considerarse el colegio de mi comunidad, el que conocí desde niño, ubicado en una coordenada que colinda con las dairas de Egleibat el Fula y Boujador por una parte, y por la otra con Ain Beida y Birenzaran, llamado comúnmente el Colegio de Austria “Madraset Namsa”.
En mis últimas vacaciones a los campamentos, en Diciembre del 2014; Pasé por el colegio de Austria “Madraset Namsa” y no lo reconocí. ¿Dónde está el colegio de mi infancia, tan inmenso y bien edificado, al que como premio por las buenas conductas cotidianas nos llevaban todos los días a estudiar y a jugar? ¿Por qué no hallo la belleza que fue fondo de tantísimas emociones ubicadas en aquel lugar?
Poco o nada queda de lo que fue aquel recinto con “arquitectura moderna” que regaló horas de insuperable gozo y conocimientos a todos los niños de la Wilaya de Dajla. Poco o nada, no solo por el destrozo visible de los tejados, puertas, ventanas y de toda la infraestructura, sino por el destino fatal de sus áreas exteriores, sus patios y aéreas de ocio, entre los que apenas unos pocos sobreviven.
El colegio de Austria “Madraset Namsa”, nunca ha sido reparado. Dejado a la azar y a las duras condiciones climáticas del desierto; Tampoco hubo voluntad política de restauración por los desperfectos propios del uso o el tiempo. Convertido en refugio de animales ante la inclemencia del Sol y en vertedero de basura por el incivismo social. Se ha destruido un patrimonio cívico y social. Acciones de lesa gravedad tienen lugar a veces a los ojos de los demás sin que el mal encuentre necesaria resistencia.
Dicen que el tiempo condiciona todo. La época en la que vivimos define nuestras circunstancias y nuestra forma de pensar. Se ha perdido la manera de recuperar/ocupar la mente, el corazón y la confianza de la gente. La actual ministra de Educación ha creado un modus operandi propio para dirigir este Ministerio, en el que el inputus para el dialogo escasea, en el que el ruido de las patas de las sillas en los colegios le suena foráneo.
Enterrar con vida a un colegio de gran bagaje histórico como el colegio de Austria “Madraset Namsa”, es guillotinar posiblemente los más sagrados recuerdos que una persona pueda acumular, es segar el sitio que sostuvo —o pudo sostener si tuviera la suerte de mantenerse intacto— a muchos seres que cosecharon conocimientos, educación social, historia y geografía de este colegio y pudo acrecentar los regocijos de otros niños de haber seguido erguido este colegio.
Hay mucha gente por ahí que ha sentido el vuelco del alma sobre sus pies al ver el estado actual del colegio de Austria “Madraset Namsa”; nadie que al menos una vez haya asistido a este colegio en sus tiempos de gloria, o haya estado matriculado allí. Pocos habrá a los que no les diga nada la presencia de niños, maestros, monitores y padres, todos juntos en un mismo paisaje, que nunca tiene mejor ubicación que en este sitio comunitario.
Con la desaparición del colegio de Austria “Madraset Namsa”; Han matado una forma de hacer pedagogía cercana y enriquecedora, ha desparecido el cuadernillo y los murales grandes. “En los que se recopilaban los extractos más significativos de cada texto que servían para refrescar, enriquecer, movilizar a las lecturas mientras jugábamos en el patio (era más cómodo, así no había necesidad de andar con los textos a cuestas). Además, incluía aquellas páginas centrales vacías que servían para anotar ideas, hacer dibujos, intercambiar experiencias...”
Los nuevos “pelotazos urbanísticos” la construcción deficiente de nuevos colegios, a costa de rembolsar en B ciertas plusvalías. No pueden ser la solución para resolver un apremio personal para cuya solución unos indolentes corrieron a arruinar, y quienes así actúan deben responder por un incidente que tiene un peso en la identidad de las personas que lo frecuentan. De forma latente, si quien lleva las riendas del Ministerio de Educación, no nos tiene como participes en la construcción de este proyecto colectivo que es la educación de las futuras generaciones. Pues a título personal, me tomo prestadas la letra de la canción del grupo DancePop: "If I can't dance, I don't want to be part of your revolution" (Si no puedo bailar, yo no quiero ser parte de su revolución).
Los colegios en su mayoría son considerados instituciones estatales, pero sobre todo el colegio de Austria “Madraset Namsa” es una institución sentimental. En él están, junto con los círculos infantiles, los primeros espacios de socialización de los pequeños. Ahí conocimos de niños a otros que crecieron juntos a nosotros y seguiremos viendo después para toda la vida. Están nuestras primeras anécdotas y muchas de las más significativas.
El colegio de Austria “Madraset Namsa” es una fuente de esperanza. En él nacieron los conocimientos, encuentros que nos deleitaron, reconciliaciones que nos salvaron; adioses que nos marcaron… Historias increíbles tienen su génesis en esas áreas. No hablo desde una postura fija. Trato de buscar puntos en común y nuevos pensamientos, generar la suficiente confianza entre todos “Cuanto más estemos dispuestos a dar, más se recibe a cambio”.
Los ciudadanos aún podemos hacer algo frente al uso perverso que el poder fáctico hace del lenguaje: llamar a las cosas por su nombre.” Debemos recuperar el significado de las palabras. Si no llamamos las cosas por su nombre, a la injusticia “injusticia”, a la corrupción “corrupción”, al clientelismo “clientelismo”, al tribalismo “tribalismo”, al incompetente “incompetente”, estaremos creando un mundo virtual. No podemos actuar en un mundo que no es real. Para poder intervenir en la política y en nuestra sociedad, lo primero que necesitamos es conocer la verdad. La palabra es la que hunde economías o las levante, lleva a la guerra o a la paz, y otorga el poder a una facción política o a otra. No se trata ya de entender a nuestra dirección (…), sino de alterar las relaciones entre significante y significado, entre referente y signo lingüístico, para confundir, para conmover, para seducir y conservar el poder.
Mi alma amanece huérfana por la desaparición del colegio de Austria “Madraset Namsa”; se ha ido uno de los sitios más entrañables, cuyo legado quedará en la memoria de todos aquellos niños, que un día izaron la bandera entonando las notas del himno nacional Saharaui en su patio central.
Abdalahi Salama Machnan, Barcelona.
23.06.15
sah_camaguey99[at]hotmail.com
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