por Antònia Pons i Valldosera
El fenómeno de la globalización y, especialmente, internet, ha revolucionado las estrategias de propaganda política sobre todo en conflictos que parecen eternizarse como el del Sahara Occidental.
Quizás sea obviedad el decirlo pero en España y, gracias a proyectos como Vacaciones en Paz, el drama saharaui se hace presente. Es cierto que hay una especie de conspiración para silenciar la dimensión política del conflicto y para potenciar la vertiente humanitaria, como si los refugiados fueran víctimas, no de una mala e inacabada descolonización, sino solo de la miseria y la precariedad.
Antes del año 2005 apenas sabíamos nada de la resistencia pacífica en los Territorios Ocupados. Gracias a la red, supimos de la intifada que principió en mayo del 2005. Nombres como Aminetu Haidar, Ali Salem Tamek o Hamad Hamad se nos hicieron familiares. Un proceso que tuvo su punto álgido en los tristes sucesos de Gdeim Izik, considerado por algunos analistas como el inicio de las primaveras árabes.
La cuestión de los Derechos Humanos, gravemente conculcados por Marruecos, pasó a un primer plano, hasta el extremo que la ONU estuvo a punto de otorgar a la MINURSO plenas competencias para supervisarlos en el Sahara Occidental ocupado. Un hecho que no se materializó por el más que probable veto de Francia, la mejor valedora de la potencia ocupante.
Como usuaria de las redes sociales, he venido observando, desde entonces, unos movimientos que, aislados no tendrían importancia pero que vistos en su conjunto, parecen indicar que Marruecos lleva a cabo una guerra sucia en las redes.
Ya no es que sean los agentes de los servicios secretos marroquíes sino que ahora recurren a la vieja estrategia del caballo de Troya. Sus insidias e insinuaciones malévolas acerca de corrupción en el seno del Frente POLISARIO, las críticas, muchas veces sin fundamento, acerca de la situación de la mujer en los Campamentos, presentándola como una víctima de una sociedad patriarcal y ferozmente machista, ha acabado calando inconsciente o conscientemente en algunas personas que se autoproclaman activistas y se muestran dispuestas a redimir a las pobres víctimas de quién sabe qué exacciones y/o vejaciones perpetradas por los legítimos representantes de la RASD. Al mismo tiempo se intenta sutilmente desacreditar la labor ingente realizada por la multitud de asociaciones solidarias con el Sahara. Las acusan de ser las responsables del silencio mediático cuando no de vivir a costa de los sufrimientos de la población refugiada en los Campamentos y de transigencia y complicidad con las políticas de los sucesivos gobiernos españoles a cambio de treinta monedas para traer niños o mandar caravanas de ayuda, amén de deseos inconfesables de querer perpetuar el conflicto para conservar su parcela de poder.
Caballos de Troya o quintacolumnistas infiltrados en el seno del movimiento, que pretenden dinamitar la red de solidaridad y apoyo político tejida durante casi cuarenta años, que no desean que nadie supervise la situación de los DDHH en el Sahara occidental ocupado con el manido recurso del “y tú más” y que desearían diluir al Frente POLISARIO para provocar un vacío de poder que reduciría a los saharauis al olvido.
No le niego a nadie el derecho a disentir o a militar donde le parezca mejor pero sí el derecho a estar en misa y repicando. Defectos y malas praxis los hay en todas partes pero, ahora más que nunca, los saharauis necesitan lealtad e incondicionalidad de todos los que hemos hecho nuestra, su causa. Nada más pero nada menos.
Antònia Pons i Valldosera
aastp[at]saharaponent.org
19.11.13
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20.11.13
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