19.4.10

LA GUERRA SI O SI

por Haddamin Moulud Said

Estos jóvenes están locos. Estos jóvenes no saben lo que hacen. Estos jóvenes han perdido el respeto a los mayores. Estos jóvenes no ven más allá de dos dedos. No saben que “ve un viejo tumbado lo que no un jovenzuelo de pie”. Estas son las frases que, en 1973, 1974 y 1975, utilizaban los ancianos contrarios a la lucha armada.
Pero ellos, los jóvenes,
Convencidos de la justicia intrínseca de su Causa,
Envalentonados por el apoyo popular a sus ideales,
Dispuestos a entrar por la peana de La Historia,
Ellos, ágiles y gráciles, se comían el mundo,
Y, armados únicamente con la indestructible superioridad moral de sus reclamaciones,
Decidieron alzarse en armas.

Ya con la invasión penetrando por Aidar, lejos de amedrantarse, su moral, rozaba el séptimo cielo.
Sus dirigentes más intrépidos recorrían el mundo, ora, con gafas de sol, discutiendo en un café parisino o beirutí, ora detenidos por portar armas en el aeropuerto de Argel. Ora clamando, con la voz en grito, al mismísimo Houari Bumedian, ora atravesando discretamente Argelia con caravanas de material humanitario y militar.
En efecto, tenía que ser con discreción porque la bendición caída del cielo (el reconocimiento de Argelia a la RASD) no sucedería hasta ya entrado marzo de 1976.

El invierno de 1975 pintaba un panorama dantesco. La hambruna, las enfermedades y la intemperie de las gélidas noches saháricas, era todo cuanto, el POLISARIO, podía ofrecer a la muchedumbre que vagaba, desorientada, por los desiertos de Dios. Niños, mujeres y ancianos horrorizados por los bombardeos y ataques de dos ejércitos armados hasta los dientes que venían, formando una pinza, desde el norte y desde el sur.
Y en medio de semejante calamidad bíblica, en 1975 y 1976, las unidades del POLISARIO, escasas, hambrientas, sedientas, desarrapadas, sin formación y desprovistas de las más elementales nociones de la guerra moderna, conseguían penetrar centenares de kilómetros en Marruecos, al norte, y otros miles de kilómetros en Mauritania, al sur y al sureste.
Ciertamente, la magnificencia es una virtud exclusiva de Dios, pero a veces, los humanos, consiguen realizar obras magnánimas.

Cuarenta años más tarde, la justicia intrínseca de su Causa, no sólo se mantiene intacta, sino que se ha visto robustecida por la solidez del andamiaje jurídico internacional sobre el que se asienta.
Nuestro ejército de, hoy, está infinitamente mucho mejor formado y equipado que aquellas aguerridas unidades, que tantas glorias registraron en los anales de la Historia.
Treinta años invirtiendo en la educación y la formación, han arrojado un saldo exorbitante de jóvenes formados en universidades de medio mundo. El superávit en recursos humanos arroja unos stocks de cuadros, cuyo desuso y la sangría que supone su emigración, va camino de convertirse en un auténtico déficit de titulados académicos.
Nuestra población en el exilio resiste, numantinamente, las indulgencias del clima y se mantiene fiel a los principios éticos, morales y políticos que originaron su exilio.
Y, en plena era de las tecnologías de la información, nuestra población en las Zonas Ocupadas, ni siquiera puede respirar en libertad.
Ni qué decir de los recursos naturales de nuestra tierra que, ante nuestras propias narices, son esquilmados por los invasores, al mismo tiempo que las raciones de alimentos de nuestros refugiados se reducen, drásticamente, debido a la racanería de la misma Europa que compra nuestros recursos robados a plena luz del día.

Después de más de 35 años comportándonos de un modo pulcro y respetando escrupulosamente todos nuestros compromisos, ahora, viene el Sr. Ki Moon, representante de Gog y Magog (hajuja ua Majuja, en árabe), para perpetuar eternamente el mal y la injusticia en nuestra tierra.

La Carta Fundacional de la ONU y, también, el Derecho Divino, amparan nuestro legítimo derecho a alzarnos en armas para recuperar lo que la justicia de la Carta Fundacional de la ONU y, también, la Divina, nos reconocen.

En fin, y muy a nuestro pesar, tenemos que quitarnos la túnica de Gandhi y ponernos la boina de Guevara, para volver a cantar aquello de:

Hemos subido a las montañas,
Y habitado las cumbres,
Para vergüenza de quienes decían:
‘Pastores de cabras’.

Haddamin Moulud Said (ibnuabirabiaa@yahoo.es). Valencia (España)
19.04.10
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Este texto expresa la opinion del autor y no de los moderadores del foro.
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