7.12.09

El silbido de las grietas

por Ali Nayem

Como si de una foto borrosa se tratara, se estancaron las ilusiones, y en algún lugar de la memoria colectiva, heridas se amontonan tímidas, arraigadas en las dolencias de la decepción; ¡ pobre pueblo!, En su inconsciente pesa tanto la vanidad de la imaginación de sus figuras y la síntesis de las populares narraciones que poco o nada le sirve ya la animación. Entre sus costados, los manantiales de la amargura manan, parando su vehemencia y con ellos el sentido de su oración; lento soponcio de su confesión.

Duelen los errores y tanto, pero igual martirizan los aciertos que lucientes quedan suspendidos y confinados en el tiempo solicitando a los peregrinos de las efemérides su rescate. Sedientos los hechos reclaman honor. Victorias del amanecer mudadas por la imaginación a la posterioridad, a la inevitable decrepitud del imperio de la juventud enlutan el presente, y casi inanimadas distorsionan el sueño de una faraónica obra cuyos pilares desafiaron los ojos que todo lo ven. Sin embargo, detrás de la grandiosa fachada ya agrietada, lagunas y frustradas carabelas de arquitectos y obreros ya aspirantes a cadáveres pidan reconstrucción de la arruinada ciudad, que con sudor, sangro y lamentos levantaron con fervor, o al menos algunos templos cuyos pilares desnudos suplican restauración.

Lágrimas de transeúntes, nostalgias y sollozos en silencio reinan la triste ceremonia de la agonizada vida a la que por alguna garganta se le asoma su fin. Cada uno de los viandantes de la metrópoli, expectante y en solitario llora ante los solemnes altares que en su día, firmemente, sentenció su opción; ya amontonados los recuerdos, y derrotadas las almas, vuelve la licencia de llorar como único remedio humano ante las desdichas de la existencia. ¿Cuál duele más, la herida o su propio dolor? Pregunta apenado el andante por los días para acampar nuevamente en su consternación.

Inevitable peregrinaje e imposible encuentro de caminantes, ¡ curiosa ciudad!. Es el mutismo el único acompañante de todos, quizás porque el sigilo es la jerga común de los errantes o tal vez el desamparo y la naturaleza de la soledad gravan las conciencias de los vagamundos o lisa y llanamente la falta de dirección.

Una parada en el tiempo. Un pueblo. Unos valores. Un ideal. Duras y recordadas batallas suspendidas en las mares de las conmemoraciones quedan, en espera que el verdor y la habilidad los despertara; o que la nueva y ajena nobleza a la nobleza recupera de los fondos matinales las alhajas de su curso o al menos no hereda en sus haciendas el maligno hipnotismo cuyo lavado de las heridas de paso lava la realidad.

Estudiosos del pueblo, filósofos de la vida, expertos en la mezquindad, alumnos de la escuela heroína, bandoleros por la estirpe y conversos versados en la conversión, toda una universidad de eminencias que poco les importa ya el rosario matinal y menos aún le importa su propia dignidad.

Desgraciadamente, los fieles a la antigua religión han de asumir irremediablemente, y para siempre, los nuevos mandamientos o quedarse en las postrimerías de una ciudad ya disipada. Finalmente, un mensaje: <<>>; colgado desde hace años, en el tablón de anuncios de la ciudad, ahora se envía a los buzones particulares de los residentes y a las chinchetas en el resto del mundo; y mientras tanto, el PSOE y MOHAMED VI empujan a AMINETU HAIDAR a la madriguera de la humillación, NUESTROS DIRIGENTES, sumisos como siempre, lejos de volver a las armas o como mínimo iniciar una huelga de hambre, en todo el mundo, ante las instancias oportunas; ignoraron hasta las lagrimas de dos hijos y su abuela en la AIUN endebles ya por su dolor.

Lo siento AMINETU HAIDAR, nuestros dirigentes nos ensañan, cada día, que es mejor comer humillado que luchar hambriento y un pueblo se mide por sus aspirantes y sin duda ninguna, somos futuros discípulos de nuestros maestros.

Quizá lo recomendable, en la próxima campaña de recogida de alimento, sería que las asociaciones de amigos del pueblo saharaui manden un lote de pantalones y una vacuna que descongelen la sangre, porque desnudos y congelados estamos.

El precio de vivir de la limosna, a veces roza la complicidad.

ALI NAYEM
07.12.09

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